Cuando hablamos de lunares o nevos nos referimos a esas pequeñas manchas pigmentadas que tenemos en nuestra piel. En realidad se trata de tumores benignos formados por melanocitos (células de la piel que generan melanina).
Los nevos pueden ser congénitos o adquiridos. Los nevos o nevus congénitos son los que aparecen desde el nacimiento y pueden ser de tamaño pequeño (< 1’5 cm), medio o gigante (> 20 cm). Algunos pueden adoptar formas geométricas, y es frecuente que adopten un aspecto en “empedrado”. Los adquiridos van surgiendo a lo largo de nuestra vida, suelen ser más pequeños, aunque su forma (plana, rugosa, globular) varía en cada persona.
La mayoría de los adultos tendremos al menos entre 10 y 40 nevos repartidos por nuestra piel, y hay personas con predisposición genética a tener mayor número de lunares. Otro motivo que hace aumentar el número de nevos en una persona es la cantidad de sol que ha recibido a lo largo de su vida, siendo esto más importante en el periodo de la infancia y adolescencia.
El motivo por el que a los dermatólogos nos importan los lunares es porque existe una forma de cáncer de piel llamado melanoma, que proviene de las misma células que los lunares (melanocitos). El melanoma puede aparecer de novo (sobre piel intacta) o sobre un lunar previo (diríamos que el lunar se ha malignizado)
El melanoma es la más peligrosa forma de cáncer de piel ya que se puede propagar muy fácilmente y puede llegar a ser muy agresivo.
La importancia de conocer la existencia del melanoma es que puede confundirse con un lunar normal, e incluso como hemos dicho antes, derivar de un lunar previo. La ventaja de que asienten en la piel es que es fácil detectarlos a simple vista. Por eso los dermatólogos nos esforzamos en las campañas de prevención para que si a alguna persona le aparece un melanoma en su piel, él mismo o sus allegados puedan detectarlo y facilitar un diagnóstico y tratamiento precoz que puede ser curativo en los estadíos iniciales en un 100%. La autoexploración es por tanto la mejor arma para prevenir y detectar de manera temprana el cáncer de piel.
¿Cómo identificar los signos de un posible melanoma?
Cambios en la forma
Por lo general los lunares presentan forma de esfera u óvalo, aunque lo más importante es que mantenga una simetría. Si observamos que un lunar presenta una forma asimétrica en la cual este se divide en dos mitades desiguales es importante que acuda al dermatólogo. Lo mismo si se observan bordes irregulares con entradas y salidas o está mal definido.
El color: tonos homogéneos
Los lunares normales, en la mayoría de casos, presentan un color homogéneo, es decir, igual en toda su área; un color domina y es parejo. Si en un lunar observamos varios colores, hay que sospechar ya que existe la posibilidad de que sea un melanoma.
Otros síntomas como inflamación, dolor, sangrado o picor persistente son motivo para ser revisado por un dermatólogo.
Tamaño
Generalmente, los lunares comunes suelen tener una tamaño menor de un 1cm.
Si observamos que un lunar presenta un tamaño mayor o, más importante, si notamos que está creciendo a un ritmo demasiado rápido, hay que estar muy atentos y acudir a la consulta de un especialista de la piel.
Lunar sorpresa
Si de pronto observamos la aparición espontánea de un lunar y éste se acompaña de cambios bruscos en la forma, color o tamaño, es la señal de alarma más importante para consultar al especialista.
El signo del “patitio feo”
Cuando un lunar no se parece en nada al resto de los que tiene en su piel, pregúntese por qué. Podría mostrar alguna de las señales de alarma que hemos explicado anteriormente. Con frecuencia el melanoma cumple esta característica
Antecedentes familiares
El antecedentes de melanoma en familiares de primer grado es un factor de riesgo aumentado para padecerlo también. Incluso existe una forma de melanoma familiar, aunque es muy poco frecuente.
Más vale prevenir…
Una de las principales causas que provocan malignización en los nevos es la radiación solar. Una exposición excesiva a los rayos de sol no sólo envejece la piel sino que la daña a nivel celular. Además, el daño es directamente proporcional a las horas de sol acumuladas a lo largo de la vida. El dato más importante que debemos conocer es que la radiación solar que recibimos en los primeros 20 años de la vida es la que produce más daño, y de ella depende en gran medida nuestro riesgo futuro de cáncer de piel.
Se considera que las quemaduras solares son la “llave” que puede abrir la puerta al cáncer de piel.
Bien protegidos del sol
Lo mejor es protegerse del sol adecuadamente y esto implica no exponerse al sol directo sin protección. La protección adecuada es ropa (camiseta para hacer deporte, camisetas acuáticas para bañarse en los niños, gafas, gorra (sobre todo en personas con alopecia o niños pequeños), y filtro solar en crema o loción en las zonas no cubiertas. La crema solar debe ser aplicada sobre la piel seca antes de la exposición y reaplicarla con la frecuencia precisa.
Menos es más
Incluso aunque creamos estar bien protegidos, si nos exponemos durante demasiadas horas al sol, la radiación irá penetrando y acumulándose en nuestro organismo por lo que es conveniente evitar en lo posible jornadas maratonianas de sol, y sobre todo, las peligrosas quemaduras.
En primavera y verano hay mas oportunidades de exponerse al aire libre, y además la radiación UV es más intensa. Sin embargo, no debemos olvidar que el invierno no está exento de riesgos, sobre todo en las persona que trabajan al aire libre, deportistas, ocio en la montaña y nieve, etc.
El uso de cabinas de rayos UVA está absolutamente desaconsejado ya que está demostrado que aumentan el riesgo de cáncer de piel, y en concreto el de su forma más grave, el melanoma.
Nuestro consejo es utilizar evitar las quemaduras solares, exponerse al sol protegidos adecuadamente y un numero limitado de horas, así como evitar las horas centrales del día en a medida que sea posible.
Es recomendarse conocerse y realizarse una autoexploración al menos dos veces al año, y si detectan algún signo de alarma en un lunar, pedir cita a su dermatólogo.
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